miércoles, 25 de noviembre de 2009
martes, 24 de noviembre de 2009
El pupitre de Chema Madoz
Fuera ese o no el momento en el que descubrió que los objetos poseen la cualidad de poderse desdoblar y adquirir una dimensión más allá de aquello para lo que sirven, lo que Chema Madoz subraya es la importancia que para él tiene aprovechar esa posibilidad para conseguir imágenes potentes, que se muevan en la indefinición, en la incertidumbre, da igual cual sea su metáfora.
Por eso, explica, él prescinde de asignar títulos a sus fotografías, para no correr el riesgo de acotar sus posibilidades semánticas con encabezamientos quizá no suficientemente acertados. Dice sentir mayor confianza en la sutileza que puede lograr con la imagen que con la palabra, y que el título es un elemento más de la obra, algo que hay saber manejar con inteligencia para que contribuya al desconcierto significativo que, en su caso, él pretende generar con la imagen.
lunes, 23 de noviembre de 2009
María Soledad Uranga gana el I Concurso Internacional de Microrrelatos “Museo de la Palabra”
martes, 10 de noviembre de 2009
lunes, 9 de noviembre de 2009
El próximo miércoles saldrá a la luz el segundo volumen de "Por favor, sea breve", el libro de microficciones editado por Clara Obligado en 2002. Han transcurrido siete años desde entonces, un período en el que microrrelato se ha consolidado definitivamente como una de las formas narrativas más cultivadas del siglo XXI. Por algo será. Casa de América y Páginas de Espuma nos invitan a la presentación (y celebración) de este libro que con toda probabilidad, como el anterior, en muy poco tiempo se convertirá en emblemático. Felicidades a la antóloga, a los editores y, por supuesto, a los autores.
viernes, 6 de noviembre de 2009
Yo plantearía una pregunta que ya en sí misma resulta herética: ¿es esto verdad? La respuesta, por el momento, necesariamente ha de ser de doble sentido: no puede descartarse que el arte mantenga vínculos con la vida, aunque sólo parcialmente.
Permitidme que, en la parte final de mi discurso, explique muy brevemente esta medio herejía. Una vez aceptamos que el de la literatura y las artes es un mundo paralelo, referencial, ya hemos admitido también que es un mundo rival.
Y en consecuencia, dado que la rivalidad conduce de forma habitual al conflicto, lo queramos o no habremos de admitir que entre esos dos mundos, el de la vida y el del arte, habrá conflicto.
… /...
Desde luego, existen muchas diferencias entre ellos, pero hay una de dimensión colosal que se sitúa por encima de todas las demás. Es la siguiente: mientras que, en su conflicto con el arte, el mundo real llega a tal extremo de furor como para precipitarse a destruirlo, en ningún caso, lo repito, en ningún caso la literatura y el arte atacan al mundo real con intención de dañarlo, sino que, por el contrario, pugnan por tornarlo más bello, más habitable.
Es una diferencia absoluta entre ambos. Y en tal caso esa diferencia no viene a constituir sino la más sublime confirmación de la verdadera independencia del arte.
La obra reacciona a ese cambio de contexto adaptándose a él, contemporizando y respetando sus valores y cánones, distintos, sí, de aquellos en los que fue creada, pero inductores también de otros matices y connotaciones que la hacen crecer en significación, que la mejoran y embellecen. Mejoras que revierten “sincrónicamente” —porque no es la gallina antes que el huevo ni viceversa— en dicho entorno: el arte se alimenta de la vida y la vida del arte, y en esa retroalimentación ambos se perfeccionan, se ennoblecen.
¿De dónde surge entonces el brete entre uno y otro?
Yo diría que el conflicto tiene que ver con la identificación que algunos tienden a establecer entre el mundo real y el mundo artístico, con la confusión entre arte y realidad, con el enjuiciamiento de la práctica artística desde ángulos que nada tienen que ver con lo artístico, sino más bien con lo ideológico, lo político, lo religioso, lo económico.
Edgard W. Said, analista de origen palestino y premio Príncipe de Asturias, afirma que “la cultura a menudo tiene que ver con un agresivo sentido de la nación, el hogar, la comunidad y la pertenencia". Es en el juicio acerca de si una obra de arte y su autor participan del suelo cultural que se conoce y al que se pertenece donde suelen producirse reacciones negativas contra aquellos y, en el peor de los casos, ese furor destructivo del que habla Ismael Kadaré.
En cualquier caso, más allá de ese furor y al margen de que la obra consiga sobrevivir o no físicamente al mismo, la ductilidad y permeabilidad del arte, su tolerancia a lo nuevo —en definitiva, su capacidad de adaptación— prueban su naturaleza independiente y son la clave de su pervivencia a través de los años, en la longitud y latitud de los siglos.
jueves, 5 de noviembre de 2009
VOCES: Montero Glez.