martes, 22 de diciembre de 2009




MÁSCARAS

El padre tira una moneda al aire. Sale cara, lo que significa que el único disfraz, de angelito este año, lo usará el hermano mayor. El pequeño aunque decepcionado no echa una sola lágrima. La verdad es que le habría encantado llevarlo él. Siempre antes de dormir le desean dulces sueños, con coros de angelitos; pero él apenas sueña y si lo hace no recuerda lo soñado, o sí, pero nunca angelitos, sino payasos sin nariz, títeres ardiendo, mascotas sin hermanos, lápices de punta muy fina.

Y otro año, sin disfraz, el pequeño corre a jugar al parque. Dos niñas de su edad juegan a la comba. Una de ellas, al verlo, suelta de golpe la cuerda y se lo señala a la otra con el dedo.

—Mira ahí —le dice bajito—, el demonio.


Finalista del I Concurso de Microrrelatos Museo de la Palabra y publicado en Más allá de la Medida