domingo, 31 de enero de 2010




MEMPHIS la BLUSERA

Angelitos culones
, del álbum del mismo título.


martes, 26 de enero de 2010




Jazz for Readers

Hoy he puesto música y he bailado en el salón de casa, con las luces apagadas y el pijama de invierno. Sin pensarlo, sin ningún motivo. Jazz para lectores, decía el título del cedé, y a lo mejor ha sido eso, o que el suelo del salón estaba hoy más liso que nunca, sin restos de arena traídos de la calle ni cabellos perdidos ni gotas pegajosas de bebidas refrescantes. Nada, ni el más ínfimo obstáculo donde pudieran tropezar los pies. Los muebles, pegados a las paredes, me hacían sitio entre dos hileras que bien hubieran podido ser todos mis amantes alineados, los actuales, los perdidos, los olvidados, los recientes, incluso los que aún no han sido pero serán. Todos aguardando a la siguiente pista o a una variación del ritmo para sacarme. Es increíble lo tímidos que pueden llegar a ser los amantes a veces, como los primeros acordes de una melodía por componer o el último sorbo de un licor madurado entre flores.

¿Bailas?, he oído que alguien decía de pronto detrás de mí, a la altura más o menos de la librería de cerezo. Y, antes de volverme, he aceptado su invitación sin una palabra, con el simple gesto de ofrecerle mis brazos extendidos; palpitantes los pies, los ojos apretados a fin de oscurecer, de preservar más si cabe el enigma necesario de su identidad. Los altavoces, en ángulos oblicuos de la habitación, liberaban un golpe de metal al tiempo que él me tomaba sutilmente de los codos. No de la cintura, no, y eso me ha cogido desprevenida. Me ha gustado. También yo he buscado los suyos en el aire, mientras me conducía a ritmo de saxo hacia el fondo del salón, pero no estaban, ni sus codos ni sus antebrazos ni sus dedos, y su ausencia ha convertido nuestras vueltas sobre el gres cuadriculado en una especie de baile de mariposas.

No hemos sucumbido a las confidencias al oído, a la niebla sepia de las biografías sonrosadas, aunque después de un solo de clarinete, no sé por medio de qué acrobacia, le he sentido besarme la nuca. Le hubiera reprochado el atrevimiento, esas confianzas de viejos conocidos que aciertan siempre a dar donde más duele; pero en la oscuridad, cualquier cosa que se diga acaba resbalando por el trampolín de la inexistencia, como si no se dijesen, como notas musicales que una vez han sonado se desvanecen en la nada. Es posible que en el último giro, él haya dicho algo. No estoy segura. Ha sido hacia el final de These foolish things, al pasar junto a la mesa de comedor y antes de cederme sin avisar a otros brazos. O tal vez eran los mismos, quién lo sabe. Francamente, una no se acostumbra a la oscuridad, a llamarles por otros nombres, a comprar tinto en vez de blanco, al pijama de invierno en la cama.

He bailado toda la noche con mis tímidos amantes, de uno en otro, por turnos. En círculos, como la luna. Cuando de mañana ha vuelto a salir el sol, el suelo del salón estaba casi perfecto, liso, impecable salvo por un arañazo profundo junto a la ventana, y cada cosa en su sitio: la lámpara de pie en forma de horquilla, el ídolo africano, el perchero con sus seis brazos de caracol, sin dedos, sin codos, sin antebrazos. Sonaban los últimos acordes de More than you know, Sonny Rollins.

jueves, 21 de enero de 2010




SIN CAFEÍNA

Las once es la hora del café. Claudia lo toma descafeinado: el café puro, los emails de desconocidos y los pañuelos de tela de caballero le quitan el sueño. A su compañero de enfrente, en cambio, le gusta un café del bueno, que se sepa que trabaja más que nadie y que su familia, adepta en su día al coronel, conserva aún un bloque de apartamentos allá en Valparaíso que todos los meses le da una renta.

Claudia y su compañero salen juntos a desayunar. Hoy, como siempre, descartan La Albahaca porque, aunque tiene buen café, está siempre hasta los topes y él tiene que volver rápido a la oficina. El Delina’s, dos calles más abajo, es un sitio majo pero un poco frío y un poco caro, y no tienen nunca descafeinado. Mejor la terraza del Instituto Göethe, en verano se está de muerte, tiene café café y además sirven en las mesas; una pena que hoy en la del fondo estén sentados los jefes supremos, sus acólitos y el chico nuevo de contabilidad, que ¡qué casualidad!, ayer mismo había desayunado con ellos.

¿Qué tal el Starbucks?, pregunta Claudia más a sí misma que a su compañero. Muy americano, contesta él, les llaman muffin a las magdalenas y te preguntan tu nombre para ponerlo en el vaso, le tratan a uno como si fuese un crío; vamos al VIPS. La cola del VIPS llega hasta la calle y son ya casi las once y veinte.

Vuelven a la Albahaca para estar más cerca del trabajo. Un café solo, un descafeinado y un trozo grande de bizcocho de manzana, este último para él. Y la cuenta que vamos tarde. Cuando llega, Claudia y su compañero miran la cuenta sobre el platillo de porcelana y echan mano, ella al bolso y él al bolsillo. Saca cada uno un billete y los ponen en la mesa.

Pago yo, dice ella, tú pagaste ayer. Sí, pero tú no has comido, dice él. Pero me toca a mí, insiste Claudia. Él se empeña en que ni hablar, porque ella nunca come. Vale, pues a medias entonces, propone ella. ¡Buaah, eso es muy cutre, queda fatal!, protesta él mirando el reloj al tiempo que se limpia con la lengua una miga de bizcocho que le ha quedado en el labio. ¿Entonces?, pregunta Claudia. Venga, vamos que nos vamos que estoy hasta arriba, responde él, mientras condescendiente retira su billete de la mesa: venga, si te empeñas, ya pago yo mañana. Son las once y veintinueve, pero por el camino aún le da tiempo a contarle otra vez a Claudia lo bien que se les conserva el edificio familiar, allá en Valparaíso.

miércoles, 13 de enero de 2010




Música en los pies


Madrid, 11-1-2010

jueves, 7 de enero de 2010




Melchor, Gaspar, Baltasar y...



No me queda más remedio que defender la causa perdida del cuarto Rey mago que, un adelantado a su tiempo, ya por entonces empezó a decir NO a los NOES. Por el camino se paraba a dar SÍES a todo y todos cuantos se le cruzaban, mientras sus tres colegas continuaban camino tras la estrella sin detenerse. Él, claro, perdió la estrella de vista, se salió de la ruta y no llegó nunca a adorar al niño. Nadie ha vuelto a hablar de él, nadie le conoce, nadie le espera, por lo que, aprovechando su anonimato, el cuarto Rey mago ha terminado haciéndose constructor y vendiendo parcelas de mundo en excelentes calidades, y en primera línea de la irrealidad.


lunes, 4 de enero de 2010




Non, Je ne Regrette Rien

Más que una voz, una historia. Más que una canción, un himno. Más que un final, un comienzo.

No, no lamento nada
No! Nada de nada,
No, no lamento nada
Ni el bien que me han hecho,
Ni el mal,
Todo eso me da igual!
No! Nada de nada,
No, no lamento nada.
Está pagado, barrido, olvidado...
Me importa un bledo el pasado!
Con mis recuerdos
He encendido el fuego,
Mis penas, mis placeres…
Ya no los necesito!
Barridos los amores
Y todos sus temblores,
Barridos para siempre,
Vuelvo a empezar de cero.
No! Nada de nada,
No, no lamento nada.
Ni el bien que me han hecho,
Ni el mal,
Todo eso me da igual!
No! Nada de nada,
No, no lamento nada.
Porque mi vida,
Porque mis alegrías,
Hoy comienzan contigo... !


A mi madre, barridos al fin todos sus temblores.


Non, Je ne Regrette Rien. Letra: Michel Vaucaire. Música: Charles Dumont. Interpréte: Edith Piaf, 1962 (Youtube)