lunes, 4 de mayo de 2009





VOCES: Thomas Bernhard

... y lo volví a empaquetar todo y lo volví a atar. Pero no podía abandonar aquel paquete bien atado, tenía que llevármelo otra vez. Todavía hoy lo llevo y a veces lo abro y lo deshago, para volver a hacerlo y atarlo. Luego no sé más que antes. Nunca lo sabré, eso es lo que me oprime. Y cuando deshago además ese paquete ante testigos, como ahora, al desempaquetar estas frases rudas y brutales y muy a menudo también sentimentales y triviales, más despreocupadamente desde luego que con cualquier otra frase, no siento vergüenza, ni la más mínima. Si sintiera vergüenza, por pequeña que fuera, no podría escribir en absoluto, sólo el desvergonzado escribe, sólo el desvergonzado es capaz de hacer y deshacer frases y, sencillamente, soltarlas, sólo el más desvergonzado es auténtico.

El frío